lunes, 3 de noviembre de 2008

Posibles elecciones, pequeño placer.


Elige un peinado, elige una camiseta, un color de uñas, un labial, una sombra de ojos, elige un contacto de tu agenda, un vaquero, una hora, un lugar, elige qué copa tomarás, elige una mirada extraña, elige ser simpática, elige tu mejor sonrisa y será un beso, ya está. Elige ahora ir a su casa, elige rozar, morder, lamer, pellizcar, elige dormir con su olor, elige, elige despertar extraña con extraño en extraño lugar. Elige sonreír al lavarte la cara y ver una marca más. Elige sabiendo que nunca hubo elección. Elige saber que sólo buscabas elegir sentir amor.
Si pudiera elegir un verbo que significara la felicidad, (sabiendo todo lo que ella significa, todo el círculo que contempla.) diría: yo quiero. Sólo hay un problema, cosas del lenguaje, sólo vuelvo a no elegir yo. Y es que queriéndote dejó hace mucho de ser verbo. Desde que alguien tocó, quizá inconsciente, con un dedo mis entrañas, se convirtió sólo en un sustantivo que impulsa, y que mueve, que envuelve todo de… Tan sólo eso, mi pequeña, mi minúscula, mi felicidad.
Y no. Ya no sufro más, ni tiemblo, ni agonizo, ni impaciento al minutero. Tan sólo sonrío y sé que nunca hubo elección.

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